miércoles, 21 de enero de 2015

En busca de nuevas respuestas

Buenas tardes queridos amigos.  Hoy deseo compartir con vosotros un pequeño artículo que he escribí hace un tiempo.  Espero que os guste.  Gracias por contactar de nuevo con este blog.


EL PARADIGMA DE LA PRACTICA FILOSOFICA

Un paradigma, en un sentido amplio, se puede definir como una constelación de creencias que delimita el ámbito de su conocimiento y que prescribe, tanto las preguntas que se pueden hacer como las que quedan fuera de su marco de indagación. Además, un paradigma determina también cuál es la metodología adecuada que se ha de aplicar a fin de  proporcionar  respuestas a los problemas planteados. Es decir, la influencia de los paradigmas no es sólo cognoscitiva, sino normativa, además de definir la naturaleza y la realidad, determina también el campo problemático permisible, los métodos de enfoque aceptables y establece los niveles de las soluciones[1]. Es por esta razón, que un paradigma es más que un simple modelo teórico de utilidad para la ciencia; en la práctica su filosofía moldea el mundo, gracias a la influencia indirecta que ejerce en los individuos y en la sociedad.[2]

DESCARTES Y HEIDEGGER ¿Conocer o Ver?, ¿Representar o Desvelar? ¿Sujeto/objeto o Presencia? Dos paradigmas diferentes

El giro hacia el sujeto que inaugura la modernidad, se inicia cuando Descartes reinterpreta el significado de sujeto -sub-iectum-  como una sustancia pensante –res cogitans-, una sustancia que no consiste en otra cosa sino en la actividad del pensamiento y que se intuye como la unidad de un yo. Se constituye así un nuevo paradigma sujeto/objeto, en el que el sujeto es entendido como sujeto que conoce y  lo real como aquello que me represento.

En La época de la imagen del mundo[3], Heidegger explica cómo es en la metafísica de Descartes en la que, por primera vez, el mundo se concibe como representación objetiva y la verdad como certeza de esta representación, siendo lo decisivo de la Edad Moderna el hecho de que el hombre se convierte en sujeto –lo que como fundamento, reúne todo lo demás-.

La idea que propongo es la de reflexionar, siguiendo la lúcida argumentación de Heidegger, acerca de qué concepción del mundo y de la verdad fundamenta la esencia de la ciencia moderna y qué tipo de hombre de ciencia se acuña en el despliegue del carácter de la ciencia actual, con el objetivo de que podamos tomar conciencia de cuál ha sido el coste de haber realizado este giro, este cambio de mirada hacia el mundo.
             
Uno de los fenómenos esenciales de la Edad moderna es la ciencia. Pero tratemos de analizar qué concepción del mundo y de la verdad fundamenta la investigación de la ciencia moderna. Heidegger identifica la investigación como la esencia de la ciencia de la modernidad, algo que tiene como corolario la determinación de un tipo de hombre de ciencia diferente: a partir de este momento desaparece el sabio y es sustituido por el investigador. A partir de esta sustitución, el conocimiento, en tanto que investigación, le pide cuentas al mundo acerca de cómo y hasta qué punto está a disposición de la representación. Es decir, la ciencia, se convierte en investigación cuando busca el ser de lo que hay (lo ente) en una objetividad que sólo puede tener lugar en una representación, al objeto de que el hombre pueda tener certeza de él.

Pero ¿qué hay en juego en toda esta modificación de la mirada, qué se gana, qué se pierde, cuál es el problema de esta nueva mirada del sujeto hacia el mundo?  Heidegger dirá que lo que se pierde en esta nueva forma de entender la verdad es la concepción de la verdad como desocultamiento –aletheia-, lo  cual trae aparejada una nueva idea de ser que ignora ese abrirse, manifestarse y retraerse del ser en cuanto ser.

Después de Descartes, el pensar se convierte en condición de posibilidad de lo que es, momento a partir del cual, el ser de lo que hay anidará en un pensar concebido como representar.  Es por esto, que el hombre, a partir de Descartes, se convierte en medida y norma de todo lo que es.
           
¿Hasta dónde podemos decir, entonces, que se aleja Descartes de los inicios del pensamiento griego y en qué medida es diferente su interpretación del hombre como sujeto? Como sujeto representador, aclarará Heidegger, el hombre fantasea, es decir, se mueve en la imaginatio, en la medida en que su capacidad de representación imagina el mundo como algo objetivo, en una representación del mundo como imagen; algo muy diferente a la phantasía que acontece en el desocultamiento, es decir, al aparecer de lo presente para el hombre que está, a su vez, presente para lo que aparece. Es decir, en la sofística griega el hombre no podría nunca ser subjectum ya que en ella el ser es presencia y la verdad desocultamiento (aletheia).  El hombre griego reconoce el ocultamiento de lo que es y la imposibilidad de decisión respecto a su presencia o ausencia o respecto a su apariencia.
               
  Que el mundo se convierta en imagen, es pues, el mismo proceso por el que el hombre se convierte en sujeto. Esta preeminencia de un sub-jectum que subyace como fundamento, nace de la aspiración del hombre a un fundamento de la verdad, en el sentido de certeza inquebrantable, una aspiración que nace, según Heidegger, de la liberación del hombre del poder vinculante de la verdad cristiana revelada.

La nueva característica de la verdad es que toma forma de certeza garantizada por un conocimiento verdadero que por medio del representar le es remitido al sujeto como evidente.  Se trata de una certeza que implica una adecuación entre una realidad que, en tanto enfrentada, está sometida a las condiciones de la representación impuestas por un pensar representativo. A partir de ser situado de este modo el mundo y de ser representado por el sujeto lo aseguro como tal y me instituyo en sujeto dominador que valora lo que hay a partir del hombre y para el hombre.

La esperanza, sin embargo, según Heidegger, es que el ser sujeto no es ni será la única posibilidad que se le abre al hombre histórico, sino más bien una nube pasajera sobre una tierra ensombrecida por el oscurecimiento que ha provocado la verdad como certeza de la subjetividad sobre un acontecimiento que no le está permitido conocer.
                No es nada nuevo reconocer que, a pesar del extraordinario alcance técnico de la ciencia moderna y su potencial para resolver muchos de los problemas materiales de la humanidad, su efecto parece no haber cumplido las expectativas esperadas. Sus descubrimientos más espectaculares –la energía nuclear, los ordenadores, las naves espaciales, la cibernética, así como los grandes descubrimientos en bacteriología, genética y química- se han convertido en una enorme amenaza. Es por esta razón por la que cada día somos más los que ponemos en duda que este veloz progreso técnico, sin el acompañamiento de una evolución de la conciencia de las personas que lo dirigen y controlan, tenga visos de llegar a buen puerto.

En paralelo, a toda esta situación de crisis económica, sociopolítica y ecológica, se puede constatar un interés creciente en la evolución de la conciencia como posible alternativa a la destrucción global[4]. En tiempos de crisis –al modo de la descomposición de la polis griega-, el hombre busca alternativas y se repliega sobre sí mismo en busca de respuestas.





                                                                                              Carmen Zanetti Dueñas
                                                                                              www.carmenzanetti.es
                                                                                                                                                                                                                                                                          

Bibliografía:

Heidegger, Martin, Caminos del Bosque: La época  de la imagen del mundo; Alianza Editorial, Madrid, 2010
Khuhn, La estructura de las revoluciones científicas,  Fondo de cultura económica, México D.F., 2006
Grof,Stanislav,  Psicología Transpersonal, Kairós, Barcelona, 1994





[1] Grov, Stanislav; Psicología transpersonal –Nacimiento, muerte y trascendencia en psicoterapia-; Ed. Kairós, Barcelona, 1994; pag. 23
[2] Ibid, op.cit., pag 45
[3] Véase La época de la imagen del mundo, en Caminos del Bosque (Heidegger)
[4] Grof, op.cit., pag 46

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