Buenas tardes queridos amigos. Hoy deseo compartir con vosotros un pequeño artículo que he escribí hace un tiempo. Espero que os guste. Gracias por contactar de nuevo con este blog.
EL PARADIGMA DE LA PRACTICA FILOSOFICA
Un paradigma,
en un sentido amplio, se puede definir como una constelación de creencias que
delimita el ámbito de su conocimiento y que prescribe, tanto las preguntas que
se pueden hacer como las que quedan fuera de su marco de indagación. Además, un paradigma determina también cuál es la metodología adecuada que se ha de aplicar a fin
de proporcionar respuestas a los problemas planteados. Es
decir, la influencia de los paradigmas no
es sólo cognoscitiva, sino normativa, además de definir la naturaleza y la
realidad, determina también el campo problemático permisible, los métodos de
enfoque aceptables y establece los niveles de las soluciones[1].
Es por esta razón, que un paradigma es
más que un simple modelo teórico de utilidad para la ciencia; en la práctica su
filosofía moldea el mundo, gracias a la influencia indirecta que ejerce en los
individuos y en la sociedad.[2]
DESCARTES Y HEIDEGGER ¿Conocer o Ver?, ¿Representar o Desvelar?
¿Sujeto/objeto o Presencia? Dos paradigmas diferentes
El giro hacia el sujeto que
inaugura la modernidad, se inicia cuando Descartes reinterpreta el significado
de sujeto -sub-iectum- como una sustancia pensante –res cogitans-, una sustancia que no
consiste en otra cosa sino en la actividad del pensamiento y que se intuye como
la unidad de un yo. Se constituye así
un nuevo paradigma sujeto/objeto, en el que el sujeto es entendido como sujeto
que conoce y lo real como aquello que me
represento.
En La época de la imagen del mundo[3],
Heidegger explica cómo es en la metafísica de Descartes en la que, por primera
vez, el mundo se concibe como representación objetiva y la verdad como certeza
de esta representación, siendo lo decisivo de la Edad Moderna el hecho de que
el hombre se convierte en sujeto –lo que como fundamento, reúne todo lo demás-.
La idea que
propongo es la de reflexionar, siguiendo la lúcida argumentación de Heidegger, acerca
de qué concepción del mundo y de la verdad fundamenta la esencia de la ciencia
moderna y qué tipo de hombre de ciencia se acuña en el despliegue del carácter
de la ciencia actual, con el objetivo de que podamos tomar conciencia de cuál
ha sido el coste de haber realizado este giro, este cambio de mirada hacia el
mundo.
Uno
de los fenómenos esenciales de la Edad moderna es la ciencia. Pero tratemos de
analizar qué concepción del mundo y de la verdad fundamenta la investigación de
la ciencia moderna. Heidegger identifica la investigación como la esencia de la
ciencia de la modernidad, algo que tiene como corolario la determinación de un
tipo de hombre de ciencia diferente: a partir de este momento desaparece el
sabio y es sustituido por el investigador. A partir de esta sustitución, el
conocimiento, en tanto que investigación, le pide cuentas al mundo acerca de
cómo y hasta qué punto está a disposición de la representación. Es decir, la
ciencia, se convierte en investigación cuando busca el ser de lo que hay (lo ente) en una objetividad que sólo
puede tener lugar en una representación, al objeto de que el hombre pueda tener
certeza de él.
Pero ¿qué hay
en juego en toda esta modificación de la mirada, qué se gana, qué se pierde,
cuál es el problema de esta nueva mirada del sujeto hacia el mundo? Heidegger dirá que lo que se pierde en esta
nueva forma de entender la verdad es la concepción de la verdad como
desocultamiento –aletheia-, lo cual trae aparejada una nueva idea de ser que
ignora ese abrirse, manifestarse y retraerse del ser en cuanto ser.
Después de
Descartes, el pensar se convierte en condición de posibilidad de lo que es,
momento a partir del cual, el ser de lo que hay anidará en un pensar concebido
como representar. Es por esto, que el
hombre, a partir de Descartes, se convierte en medida y norma de todo lo que
es.
¿Hasta
dónde podemos decir, entonces, que se aleja Descartes de los inicios del
pensamiento griego y en qué medida es diferente su interpretación del hombre
como sujeto? Como sujeto representador, aclarará Heidegger, el hombre fantasea,
es decir, se mueve en la imaginatio,
en la medida en que su capacidad de representación imagina el mundo como algo
objetivo, en una representación del mundo como imagen; algo muy diferente a la phantasía que acontece en el
desocultamiento, es decir, al aparecer de lo presente para el hombre que está,
a su vez, presente para lo que aparece. Es decir, en la sofística griega el
hombre no podría nunca ser subjectum
ya que en ella el ser es presencia y la verdad desocultamiento (aletheia). El hombre griego reconoce el ocultamiento de
lo que es y la imposibilidad de decisión respecto a su presencia o ausencia o
respecto a su apariencia.
Que el
mundo se convierta en imagen, es pues, el mismo proceso por el que el hombre se
convierte en sujeto. Esta preeminencia de un sub-jectum que subyace como fundamento, nace de la aspiración del
hombre a un fundamento de la verdad, en el sentido de certeza inquebrantable,
una aspiración que nace, según Heidegger, de la liberación del hombre del poder
vinculante de la verdad cristiana revelada.
La nueva
característica de la verdad es que toma forma de certeza garantizada por un
conocimiento verdadero que por medio del representar le es remitido al sujeto
como evidente. Se trata de una certeza
que implica una adecuación entre una realidad que, en tanto enfrentada, está
sometida a las condiciones de la representación impuestas por un pensar
representativo. A partir de ser situado de este modo el mundo y de ser
representado por el sujeto lo aseguro como tal y me instituyo en sujeto
dominador que valora lo que hay a partir del hombre y para el hombre.
La esperanza,
sin embargo, según Heidegger, es que el ser sujeto no es ni será la única
posibilidad que se le abre al hombre histórico, sino más bien una nube pasajera sobre una tierra
ensombrecida por el oscurecimiento que ha provocado la verdad como certeza
de la subjetividad sobre un acontecimiento que no le está permitido conocer.
No
es nada nuevo reconocer que, a pesar del extraordinario alcance técnico de la
ciencia moderna y su potencial para resolver muchos de los problemas materiales
de la humanidad, su efecto parece no haber cumplido las expectativas esperadas.
Sus descubrimientos más espectaculares –la energía nuclear, los ordenadores,
las naves espaciales, la cibernética, así como los grandes descubrimientos en
bacteriología, genética y química- se han convertido en una enorme amenaza. Es
por esta razón por la que cada día somos más los que ponemos en duda que este
veloz progreso técnico, sin el acompañamiento de una evolución de la conciencia
de las personas que lo dirigen y controlan, tenga visos de llegar a buen
puerto.
En paralelo, a
toda esta situación de crisis económica, sociopolítica y ecológica, se puede
constatar un interés creciente en la
evolución de la conciencia como posible alternativa a la destrucción global[4].
En tiempos de crisis –al modo de la descomposición de la polis griega-, el hombre busca alternativas y se repliega sobre sí
mismo en busca de respuestas.
Carmen
Zanetti Dueñas
Bibliografía:
Heidegger, Martin, Caminos
del Bosque: La época de la imagen del mundo; Alianza Editorial, Madrid, 2010
Khuhn, La estructura
de las revoluciones científicas, Fondo de cultura económica, México D.F., 2006
Grof,Stanislav,
Psicología Transpersonal, Kairós, Barcelona, 1994
No hay comentarios:
Publicar un comentario