miércoles, 26 de noviembre de 2014

Vivir a pleno pulmón

Buenos días, queridos seguidores de este blog:

Lo primero que deseo hacer es explicaros que, a pesar del compromiso que deseo mantener de crear una nueva entrada semanal en este blog, a veces ocurren acontecimientos que me dificultan hacerlo. No obstante, salvo circunstancias especiales, como la que sucedió la semana pasada -a causa de una gran tormenta se quemaron muchos de los módems de la zona en la que vivo-, es mi intención seguir dando continuidad a este blog semanalmente.

Abundando en la idea filosófica alumbrada, como vimos ya, en la antigüedad, y que ha centrado mis comentarios anteriores, a saber, que la causa de buena parte de nuestro sufrimiento proviene de creencias falsas o juicios limitados, continuamos dando forma y contenido a este alumbramiento, en el afán de que poco a poco vayamos pudiéndonos acercar a algunas pautas de procedimiento que nos ayuden en la tarea concreta de revisar y modificar algunas de las creencias que limitan nuestra vida y nuestra acción.

A lo largo de nuestro recorrido y fruto de las influencias de nuestro entorno y de nuestras propias experiencias -tanto internas como externas- vamos configurando esquemas cognitivos en función de los cuales interpretamos cada nueva situación a la que nos enfrentamos. Estos esquemas están configurados básicamente por creencias o juicios acerca de nuestra realidad y la realidad del mundo y funcionan a modo de filtros a través de los cuales nos percibimos, percibimos a los demás y al mundo en general. Constituyen, para decirlo en una expresión rogeriana (de Carl Rogers), nuestro marco de referencia interno, un marco constituido con ideas sobre nuestra existencia individual con las que nos sentimos identificados y conformado por juicios sobre el funcionamiento de los demás y del mundo, que rige el modo de enfrentar nuestras relaciones y decisiones.

 Nuestro marco de referencia interno es básicamente nuestro mundo subjetivo, es decir el universo de significaciones que hemos ido dando a las experiencias concretas de nuestra vida (a la luz de la madurez que hemos ido adquiriendo, la información a la que hemos tenido acceso y la influencia de las relaciones mantenidas con las personas significativas de nuestro mundo de relaciones -familiares, educativas, laborales, amistosas, etc.-). La importancia -por ello me detengo en esta idea- de este universo de significados que hemos ido albergando es que, no sólo opera en referencia a nuestras experiencias pasadas, sino que tiene efectos inmediatos, tanto en la interpretación cognoscitiva de nuestras circunstancias presentes como en las emociones psicológicas con las que las vivenciamos. Más aún, también tienen efecto sobre las proyecciones que hacemos hacia el futuro. Utilizando la terminología de Husserl: cada momento presente retiene el pasado y protiene el futuro. 

Esta última idea de la multidimensionalidad del tiempo presente es muy poderosa en el trabajo de revisión y modificación de los juicios que contornean el perímetro de nuestra filosofía de vida, ya que, si bien gran parte de nuestras creencias limitadas -y el sufrimiento implícito que albergan- provienen de asunciones del pasado no revisadas de modo conveniente, la buena noticia es que la reflexión sistemática sobre estas ideas incorporadas y su pertinaz cuestionamiento serán capaces, en el mejor de los casos, de iluminar la irracionalidad de su fundamentación y de alumbrar ideas novedosas que modifiquen nuestra visión del futuro. Estas nuevas ideas alumbradas de forma personal van a ir conformando poco a poco una nueva visión que nos permita interpretar las circunstancias de nuestra existencia  de vida con una luz menos contaminada de presupuestos no revisados y que hemos ido tomando prestados o que nos han sido infundidos (y no hemos cuestionado posteriormente) por otros -padres, profesores, ideologías políticas, religiosas, etc.- Es decir, nos iremos acercando a una filosofía de vida propia que nos permita vivir en un nivel de mayor autenticidad.

El trabajo, en una primera instancia, pues, quizás sea un trabajo de alzado de alfombra y de revisión y limpieza de todo aquello que, sin ser plenamente conscientes de ello, se  ha filtrado bajo ella. Es como si hubiéramos respirado un aire contaminado -una contaminación inevitable, sin embargo- cuyas partículas contaminadas se hubieran ido adhiriendo a las paredes de nuestros pulmones. Seguiríamos respirando sin más, y, a no ser que la funcionalidad de nuestros pulmones se viera afectada en un grado tal que sintiéramos sus efectos de forma directa, continuaríamos respirando sin la conciencia de la limitación y el constreñimiento de nuestra capacidad pulmonar (y, lo que es aún peor, sin la conciencia de sus posibles repercusiones en el funcionamiento de otros órganos interconectados).  


Queridos amigos, gracias por acompañarme es mis reflexiones. 

Hasta la próxima semana,

carmen C zanetti
www,carmenzanetti.es






















martes, 11 de noviembre de 2014

El corazón tiene razones que la razón puede entender

Buenos días queridos amigos de este blog:


Hoy os propongo hablar de la relación entre pensamiento y emoción, con el fin de que vayamos introduciéndonos en el conocimiento de las causas que, de un modo no consciente, provocan respuestas emocionales que nos hacen sufrir inútil e innecesariamente.

Cuando sentimos una emoción se producen reacciones corporales y anímicas que de forma inmediata se traducen en estados afectivos de tonalidades distintas que solemos denominar en términos de alegría, tristeza, euforia, desánimo, etc. Este correlato corporal y afectivo de las emociones nos ha inducido a pensar -de forma equivocada- que nuestro mundo emocional tiene un funcionamiento independiente de nuestro mundo de pensamientos.  Nuestro famoso dicho El corazón tiene razones que la razón no entiende, lo corrobora.

Hoy la investigación neurocientífica ha demostrado lo contrario: ha podido comprobar cómo, dependiendo del tipo de  pensamientos que albergamos en nuestra mente -optimistas o pesimistas, por ejemplo-, o de la cualidad de los estímulos externos a los que nos exponemos -como un bello paisaje o una escena de violencia-, se activan zonas cerebrales distintas y como éstas, a su vez, segregan sustancias químicas que tienen un correlato corporal de placer o displacer de gradación diferente.

Tanto los descubrimientos científicos como algunas de las terapias cognitivas actuales comprueban lo que algunos de los filósofos de la antigüedad ya sabían: que una buena parte de nuestro sufrimiento y nuestra infelicidad está fundada en creencias falaces o ideas irracionales.

El propio Albert Ellis reconoce que "Muchos de los principios incorporados a la teoría de la psicoterapia racional emotiva no son nuevos; algunos de ellos de hecho los enunciaron por primera vez los filósofos griegos, estoicos romanos (como Epicteto y Marco Aurelio) y algunos pensadores del antiguo budismo o taoísmo, hace miles de años."

La idea básica sobre la que se sostiene esta terapia es que gran parte de nuestras perturbaciones emocionales tienen como causa pensamientos ilógicos, irracionales o limitados sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre la realidad y que  podemos liberarnos de buena parte de nuestro sufrimiento psicológico y emocional sometiendo a diálogo, discusión y crítica los pensamientos y las creencias sobre las que se sostiene nuestro modo de funcionar en el mundo, es decir, nuestra filosofía personal. Es decir, "los fundamentos teóricos de esta terapia se basan en el presupuesto de que la emoción y el pensamiento humanos no son dos procesos dispares o diferentes, sino que tienen coincidencias significativas." (Albert Ellis: Razón y Emoción en psicoterapia)

Nuestro reto, entonces, (en consonancia a lo que hemos venido planteando hasta este momento: la filosofía como arte de vivir y su utilidad práctica como disolvente de buena parte del sufrimiento inútil y evitable), será sacar a la luz los pensamientos que hemos ido incorporando a lo largo de nuestro recorrido vital, producto de las influencias familiares, sociales, educativas, religiosas y culturales y que están operando, de modo inconsciente y automático, como activadoras de nuestras motivaciones, frustraciones, culpabilidad, ansiedad, angustia, estrés, etc., para cuestionarlas y someterlas al juicio y crítica de la razón.

Nuestra mente es mucho más sugestionable de lo que nos creemos, de modo que, aunque creamos que obramos y decidimos de forma libre, gran parte de nuestras respuestas emocionales obedecen a creencias y supuestos que hemos ido albergando a partir de experiencias pasadas, informaciones no contrastadas, o creencias infundadas que hemos inoculado y que sostenemos de un modo más o menos consciente cada día al enfrentarnos a los retos, decisiones u obstáculos de nuestra vida cotidiana y nuestro mundo de relaciones laborales, sociales y familiares.

La buena noticia es que, en la medida en que podamos ir cobrando mayor conciencia sobre los supuestos y prejuicios que conforman nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos, mayor posibilidad tendremos de darnos cuenta de las experiencias significativas que han influido en la configuración de muestro marco de referencia interna (el marco de interpretación de nuestra realidad) y que de un modo u otro han ido configurando nuestras creencias, de modo que podamos desechar aquellas, que, una vez comprendidas y expuestas a la luz de nuestro criterio racional, no nos sirven más.


El camino del autoconocimiento nos reta de forma incesante, por eso es tan apasionante.

Hasta nuestra próxima cita,

www.carmenzanetti.es












miércoles, 5 de noviembre de 2014

Liberarnos de las creencias irracionales

Hola a todos:

Este nuevo miércoles de encuentro, quisiera continuar un poco más con el pensamiento de Epicuro, en concreto para detenernos en dos de las ideas que considero importantes para el propósito de nuestras reflexiones: 

            - La universalidad de la filosofía y
- La subordinación del conocimiento al propósito último de los hombres: una vida feliz (más adelante quizás podamos reflexionar sobre el significado filosófico de felicidad).

En cuanto a la primera idea, La Carta a Meneceo de Epicuro se abre con un llamamiento al cultivo universal de la filosofía, fundado en la relación indisociable entre filosofía y felicidad: Que nadie, por joven, tarde en filosofar, ni, por viejo, de filosofar se canse. Pues para nadie es demasiado pronto ni demasiado tarde en lo que atañe a la salud de su alma. La filosofía, nos dice Epicuro, sirve a todos; lejos de estar reservada a una élite de académicos que se expresan en un lenguaje inaccesible al común de los mortales, la filosofía, si es verdadera filosofía, ha de cumplir un papel eminentemente práctico que sirva a todos los hombres y mujeres, de cualquier edad y condición. Las preguntas importantes que atañen a la vida nos conciernen a todos y desde la infancia hasta el final de nuestros días podemos ejercitar el sano hábito de cuestionarnos acerca del mundo y acerca de nuestro modo de vida y la filosofía implícita sobre la que se asienta. A lo largo de la vida vamos modificando y ampliando nuestra conciencia al intentar dar respuesta a las preguntas radicales que conciernen a nuestra vida y a la realidad a la que pertenecemos y la filosofía y la sabiduría acumulada durante siglos nos ayuda en este camino de conocimiento y de autoconocimiento.

Respecto a la segunda idea, la subordinación del conocimiento a la finalidad de todo individuo: la eudaimonía, decir que esta idea, en ningún caso significa un menosprecio del estudio y la investigación de la realidad; de hecho, para que se produzca la liberación filosófica es necesario el conocimiento científico pues para Epicuro sólo el conocimiento real de la Naturaleza nos garantiza la auténtica serenidad de ánimo, la ataraxía. Es necesario, entonces,  para alcanzar la felicidad, el conocimiento de las causas reales de las cosas pues este conocimiento es el que libera al estudioso de los fantasmas irracionales, de las creencias angustiosas y de las esperanzas vanas. En resumen, podríamos decir que el epicureísmo no rechaza la theoría; antes bien, la ejerce de forma dogmática y sistemáticamente, pero este ejercicio se desprende, no de una sobrevaloración del celo teorético, no de un afán por la investigación y la especulación emprendidas por mor de sí mismas, sino de la exigencia de la vida misma en orden a su plenitud. 

Seguiremos ahondando en las próximas semanas en la reflexión sobre nuestra filosofía personal de vida, es decir, sobre las creencias implícitas que guían nuestras acciones y elecciones en la vida cotidiana; reflexionaremos sobre las emociones que esas creencias nos producen; intentaremos ver cómo de la interpretación de una determinada realidad o situación se sigue de forma necesaria una manera de actuar e intentaremos dilucidar la idoneidad o falsedad de los juicios que realizamos (seamos conscientes de ellos o no) cuando nos relacionamos con el mundo, con los demás y con nosotros mismos, en un afán por descubrir si podemos liberarnos poco a poco de nuestros fantasmas irracionales, de nuestras emociones angustiosas y de nuestros vanos deseos y esperanzas hueras. 

Que tengáis una semana libre de fantasmas irracionales,


carmen zanetti
www.carmenzanetti.es