miércoles, 2 de diciembre de 2015

Cómo buscamos la felicidad en nuestra vida

Cómo buscamos la felicidad en nuestra vida



Este fue el tema acerca del que dialogamos amigablemente en nuestro último Café filosófico de la temporada 2015. Y como siempre, comparto algunas de las ideas que intercambiamos, aceptando de antemano que sólo podré haceros llegar un ligero aroma del intenso sabor de nuestro compartir del pasado domingo.

La primera idea que surgió fue la de las necesidades básicas:
¿Es posible ser feliz sin tener nuestras necesidades básicas cubiertas?, nos preguntamos.

Y primero, contrastamos qué entendíamos por necesidades básicas:
Supervivencia, seguridad, cobijo y afecto. En general hubo consenso acerca de esto, aunque, después surgieron algunas matizaciones, pues vimos que los aspectos que englobaba este concepto variaban dependiendo de cuestiones de distinto orden: antropológicas, culturales, políticas, económicas, espirituales, personales...

- La felicidad es un estado emocional que se elige.
- Es un sentimiento generado por circunstancias externas: obtener un objeto deseado, alcanzar una meta, etc., produce felicidad y alegría, aunque pasajera.
- Más bien se trata de un estado de bienestar interior del que surge alegría
- La felicidad y la alegría van de la mano. Nadie parecía oponerse a esta idea.

Pero,entonces, la felicidad ¿Es un estado duradero o una emoción pasajera? 

- Es un estado prolongado: se puede estar sereno y sentirse feliz.
- Es un derecho: así figura en la Declaración de Independencia de los EE.UU., en la que figura reconocido expresamente el derecho a la búsqueda de la felicidad.

Reparamos entonces en la idea de felicidad como proceso: es algo que se busca, que se desarrolla, que se construye. Se trata de un proceso de realización personal.

Y recalamos en la contraposición entre conseguir metas y autorrealizarse.

Y continuamos hablando de la felicidad en los niños

- En el caso de los niños, si tienen cubiertas las necesidades básicas, las posibilidades de ser feliz son las mismas.
- Para los niños el cariño es primordial: en los colegios esto se ve claramente.
- En las favelas de Brasil hay niños felices y sus necesidades básicas están cubiertas con mucho menos de lo que aquí consideraríamos básico. La felicidad depende de otros factores también.

- Hay varios planos que tenemos que contemplar a la hora de definir una felicidad plena: 
el de la autosuficiencia, 
el de la autorrealización, 
el placer físico y
el desarrollo espiritual.

Y dialogamos acerca de cómo las condiciones externas limitan o condicionan nuestra posibilidad de ser felices:

- No tenemos control sobre nuestro entorno
- Es difícil estar feliz estando mal
- La salud es un condicionante importante
- Si te quedas sin trabajo, si estás enfermo...
- Pero hay ejemplos de actitud muy distinta ante circunstancias parecidas (como la de la tetraplegia de R. San Pedro y la del actor de Superman) 
- Y también las personas que se quedan sin trabajo lo toman de distinta manera: depende de las creencias, de las perspectivas... de muchas cosas.

- Hay una ligazón entre la felicidad y hacer las cosas que te gustan: ¿Se puede ser feliz haciendo cosas que no te gustan? Sí... No...

Otro buen momento para seguir preguntándonos: ¿Qué tipo de felicidad buscamos entonces: una que llegue del exterior o una que provenga de nuestro interior?

- También podemos plantear la felicidad como utopía, como idea reguladora de nuestra vida.

Y cerramos con broche de oro: con Oriente y Occidente como modos distintos de ver del mundo y comprender la realidad.

Entonces surgió una nueva voz y hablamos acerca de:
La ACEPTACIÓN de la realidad, tal y como es; 
Del significado verdadero de la palabra ESPIRITUALIDAD
De la importancia del DESAPEGO
De la necesidad de COMPRENDER 
Del camino del AUTOCONOCIMIENTO
De la valentía de atreverse a ser uno mismo sin seguir caminos trillados.
De la confusión mental en la que la mayoría nos encontramos y 
Del peligro que supone delegar la dirección de nuestra dicha a nuestro EGO/MENTE

Un cierre mágico para una entrañable tarde entre amigos de aquí y de allá que se encontraron para compartir, para dialogar, para escucharse, enriquecerse y, sobre todo, disfrutar del encuentro.

Por cierto, el chocolate estaba más rico que nunca (gracias al amor que le pone Nieves a todo lo que hace). La prueba es que no quedó ni una sola gota (lo sé porque las dos últimas tazas me las tomé yo...).
Gracias a los incondicionales, a los que venís cuando podéis y a los que os animáis a caer por los Cafés filosóficos una primera vez: son vuestras voces las que hacen posible y enriquecen nuestro diálogo todos los meses. 

No olvidéis que los Cafés filosóficos vuelven el último domingo de Enero de 2016
Os esperamos. Mientras tanto, SED FELICES



domingo, 22 de noviembre de 2015

Crear nuestras propias respuestas: del automatismo a la creatividad

¿Cómo buscas en tu vida la felicidad?



Sólo fáltan siete días para celebrar nuestro próximo Café Filosófico (el último domingo de noviembre en el Mercado de la Tía Ni, en Sabarís-), en el que dialogaremos acerca de la felicidad.

Esta semana me acompaño del pensamiento de Antonio Blay y comparto algunas de sus reflexiones con vosotros:

Nuestra vida, dice Antonio B., está construida sobre la creencia adquirida de que son las circunstancias y las personas que me rodean las que hacen que yo sea feliz o desgraciado. Y el exterior, desde luego, me ofrece circunstancias agradables o desagradables, pero la respuesta que yo doy a esas circunstancias depende de mí, la puedo crear yo

Hemos edificado nuestra vida sobre la creencia de que es el exterior el que me está dando o quitando felicidad, plenitud, etc. Pero del medio ambiente, sólo recibimos estímulos, no recibimos desarrollo. El desarrollo sólo se produce a través de las respuestas que yo doy a las situaciones; y este proceso es un proceso que va de dentro a fuera. De modo que, no es lo de fuera lo que me desarrolla sino mi respuesta interior a lo de fuera. 


Estas afirmaciones nos harán fruncir el ceño a más de uno, si no nos producen incredulidad o risa directamente. En general, cuando preguntamos acerca de aquellas cosas que sentimos que nos faltan para lograr nuestra plenitud o para alcanzar un estado de plena satisfacción, dicha o felicidad, habitualmente respondemos con cosas que deseamos que provengan  o que se produzcan o modifiquen en el afuera. Es por esta razón por la que, en la mayoría de los casos, culpabilizamos a los demás o a nuestras circunstancias por nuestra infelicidad. Y es en virtud de esta creencia, también, por la que  de forma constante manipulamos nuestro entorno y a los demás para conseguir que me den lo que yo espero, necesito o quiero de ellos.

Antonio Blay explica cómo de forma muy clara e intuitiva advertimos y comprendemos, por ejemplo, que la fortaleza física se adquiere a través del ejercitamiento,  es decir, desarrollando y actualizando nuestro potencial muscular. Sin embargo, nos advierte de que, llamativamente, cuando se trata de nuestro potencial afectivo, por ejemplo, creemos que es al revés, creemos que tendré más amor en la medida en que los demás me llenen con su afecto, cordialidad y amor, cual si un de un depósito se tratara. Pero No tengo, dice Blay, ningún otro modo de llegar a un desarrollo de algo si no es mediante el ejercitamiento activo de ese algo.  Pero esto cambia de forma radical el modo de percibir nuestra felicidad, ya que: Siempre seré feliz con el amor real que yo dé, y no con el amor que reciboconcluye A. Blay.  Y lo explica:

Si quiero llegar a vivir una plenitud afectiva, el único medio que existe es que yo ejercite activamente mi acto de amar, mi acto de responder con gozo, con felicidad a las situaciones. Mientras yo esté esperando que el exterior me llene de satisfacción, me llene de amor, estaré esperando toda la vida en vanoLo único que me desarrolla es ese acto por el cual yo ejercito mi potencial.

Lo que nos ocurre, dice Blay es que nos resulta más fácil responder positivamente a los estímulos positivos y negativamente a los negativos, de modo que respondemos mecánicamente dependiendo de la cualidad de esos estímulos: si nos insultan nos enfadamos y si nos dicen que somos estupendos sonreímos y nos sentimos felices. De hecho, casi siempre nos enfadan, o nos contentan, las mismas cosas. Pero cuando estamos realmente despiertos, nos alerta Blay, nos damos cuenta de que en cada instante, ante la circunstancia que sea, yo puedo crear mi propia respuesta actualizando el potencial que soy y siendo auténticamente yo mismo. 

La plenitud que viene como consecuencia del desarrollo real del propio potencial es una plenitud irreversible, es una plenitud que permanece. En este sentido, existencialmente hablando, la única plenitud es la resultante de la total actualización del potencial.


(Bibliografía: Antonio Blay, Ser: Curso de psicología de la autorrealización)

Os espero a todos los que podáis asistir el domingo 29 de noviembre en el Mercado de la Tía Ni, en Sabarís (de 18:00 a 20:00 hs). La entrada es libre. 

Carmen Zanetti
www.carmenzanetti.es





















lunes, 16 de noviembre de 2015

De Paradigmas y Giros Copernicano: Las crisis

El viernes pasado, en la sección Filosóficamente de la revista digital Homonosapiens (www.homonosapiens.es), publicaron mi último artículo. Espero que os resulte interesante




La influencia de los paradigmas no es sólo cognoscitiva sino normativa; además de definir la naturaleza y la realidad, determina el campo problemático permisible, prescribe los métodos de enfoque aceptables y establece los niveles de las soluciones. Es por esta razón, que un paradigma es más que un simple modelo teórico de utilidad para la ciencia; en la práctica su filosofía moldea el mundo. (Stanislav Grov)

En La estructura de las Revoluciones científicas, Kuhn habla acerca de la dinámica evolutiva de las teorías científicas. Kuhn se da cuenta de que en la evolución de una disciplina científica se dan dos fases radicalmente distintas: periodos largos de ciencia normal (como el desarrollo de la mecánica newtoniana, que duró más de doscientos años) y periodos de ciencia revolucionaria.

Lo que caracteriza un periodo de ciencia normal, según Kuhn, es que se desenvuelve en el marco de una estructura conceptual, o paradigma, que no se pone en duda por los científicos involucrados. Son precisamente estos presupuestos compartidos (una red de compromisos teóricos, instrumentales y metodológicos) los que, en la cotidianeidad, les permiten ir avanzando sin cuestionar los supuestos básicos comunes. Uno de los rasgos más sorprendentes de los problemas de la investigación normal, de hecho, es su escasa medida para producir novedades importantes.

Al igual que en el desarrollo de las disciplinas científicas, también nosotros pasamos largos periodos de tiempo dedicados a nuestra vida normal. Son épocas en las que nuestra vida discurre sin mayores novedades. En estos periodos, seamos más o menos conscientes de  ello, nuestra vida y las tareas que nos ocupan, están animadas por un sistema de creencias y valores (el paradigma a través del que percibimos e interpretamos el mundo -nuestra filosofía de vida-)  que no cuestionamos y que nos permiten desenvolvernos y avanzar día a día con más o menos tranquilidad.

La actividad típica de la ciencia normal es la resolución de rompecabezas, es decir, problemas difíciles de afrontar, pero que en principio pueden tener solución, conforme a los criterios de plausibilidad que establece un paradigma. Sin embargo, a veces, surgen anomalías, es decir, casos que no se pueden explicar según el conjunto de principios asumidos hasta ese momento.

Los científicos, cuando se enfrentan a una anomalía ingenian numerosas articulaciones y modificaciones ad hoc de su teoría a fin de eliminar cualquier conflicto aparente, comenta Kuhn, y sólo cuando estas anomalías se multiplican o afectan a un dominio especialmente importante para la disciplina, los investigadores comienzan a cuestionarse el paradigma, el cual entra en crisis. Es entonces, cuando puede estallar una revolución científica. De hecho, los descubrimientos comienzan tomando conciencia de una anomalía, es decir, reconociendo que la naturaleza ha violado de algún modo las expectativas inducidas por el paradigma que gobierna la ciencia normal.

De una forma similar a lo que ocurre en el desarrollo de la ciencia, en los periodos de nuestra vida normal, nos ocupamos de todos aquellos asuntos y problemas predecibles, a los que encontramos soluciones en el marco de la filosofía de vida que hemos asumido. Pero, en ocasiones, vivimos épocas de una mayor incertidumbre en las que sentimos que nuestra manera de enfrentar o resolver nuestros problemas (“rompecabezas”) deja de funcionar. El disparador puede ser algo totalmente inesperado: una enfermedad grave, la constatación de la infidelidad de nuestra pareja, la muerte de un ser querido, etc.; o bien, un cúmulo de cosas que nos obligan a preguntarnos qué partes están fallando en el engranaje de nuestra vida.

Al igual que los científicos, cuando comienzan a surgir pequeñas disfunciones en nuestra vida, a menudo, intentamos soslayarlas para evitar conflictos; entonces, buscamos justificaciones, evasiones  o explicaciones  a las nuevas circunstancias, que nos permitan seguir adelante sin atravesar la ansiedad o la angustia que nos produciría cuestionarnos de una forma más radical los presupuestos que han guiado hasta ahora nuestra vida (nuestro paradigma actual) y que puede estar comenzando  a hacer agua por aquí y por allá.

Sin embargo, si optamos por no evadir o negar nuestra crisis y somos capaces de aprovecharla para adquirir una mayor conciencia sobre todo lo que está implicado en ella, quizás descubramos algunas cosas que permanecían ocultas hasta ese momento y que ahora se nos muestran con absoluta clarividencia. Kuhn, de hecho, dirá que la adquisición de un nuevo paradigma es un signo de madurez en el desarrollo de un campo científico.

Una vez asimilados los nuevos descubrimientos, los científicos son capaces de explicar un abanico más amplio de fenómenos o de explicar con mayor precisión algunos fenómenos ya conocidos. Estas ganancias se consiguen al precio de rechazar algunas creencias o procedimientos previamente establecidos, a la vez que se sustituyen esos componentes del paradigma anterior por otros distintos: El científico que abraza un nuevo paradigma es como la persona que lleva lentes inversoras: aunque se enfrenta a la misma constelación de objetos, los encuentra transformados completamente en muchos de sus detalles.

La resolución madura de una crisis en nuestra vida se asemeja a los cambios de paradigma en la ciencia: ya no podremos ver el mundo de la misma manera. Cuando transformamos nuestra filosofía de vida, el mundo se transforma. Los destellos de luz del nuevo paradigma cambian nuestra mirada, haciendo que  las mismas cosas cobren una realidad distinta. De eso se trata atravesar las crisis de nuestra vida con madurez. Pero ésto, al igual que ocurre en las comunidades científicas en los tiempos de revolución, tiene un precio: el de someternos a crítica, el de rechazar y modificar algunas de nuestras creencias anteriores con radicalidad;  incluso, a veces, el de cuestionar nuestro modo de vida. La sensación, a veces, es la de dar un salto al vacío tras el cual nuestra vida, sin duda, también dará un auténtico giro copernicano.





martes, 10 de noviembre de 2015

Lo mejor, lo más bello y lo más placentero



Como algunos de vosotros ya sabéis, el tema sobre el que dialogaremos en nuestro próximo Café Filosófico (el último domingo del mes de Noviembre, en el Mercado de la Tía Ni, en Sabarís) versará acerca de La Felicidad. Es éste el motivo (además del interés que suscita en mí misma indagar y profundizar en esta cuestión) por el que mis próximas publicaciones en este blog tratarán sobre este vital asunto que nos concierne a todos. Y digo vital, porque el tipo de vida que elegimos (dentro de los márgenes de nuestros condicionamientos, claro) y la energía que entregamos a los distintos asuntos en los que se desenvuelve nuestra vida cotidiana, siempre expresan, de alguna manera, cuáles son las cosas y valores que consideramos que nos reportan algún bien (sea esta consideración más o menos consciente).

La Felicidad (eudaimonía, en griego) significa "bien vivir". En concreto, para Aristóteles, la felicidad es "la más excelente clase de vida". 

Uno de los aspectos más actuales de la ética de Aristóteles es el de reparar en la característica humana de perseguir metas. Aristóteles trata de investigar si los fines que perseguimos los seres humanos se pueden jerarquizar para, en el caso de que así sea, intentar dilucidar cuál es la meta última, el bien o el fin supremo al que todos aspiramos. Es decir, Aristóteles trata de descubrir si hay un objetivo último, un bien supremo hacia el que todos nos dirigimos, constando que, pese a las diferencias aparentes en los modos de vida particulares, todo el mundo persigue, a su modo, la eudaimonía o felicidad.

Pero, la cosa no es tan fácil, ya que no parece haber un consenso general acerca de aquello en lo que consiste esta felicidad que todos, eso sí, intentamos alcanzar. Y es que, en efecto, hay cuatro formas de vida distinta, según Aristóteles: una, la que identifica la felicidad con el placer; otra, la que identifica la vida feliz con la riqueza; una tercera, la identifica con la virtud y la última, con la vida contemplativa. 

A pesar de todo, parece haber, al menos, un unánime acuerdo en algo: en la consideración de que una vida feliz ha de ser una vida plena, una vida realizada que trascienda la casualidad y el instante. Es decir, la felicidad, como bien supremo, en Aristóteles tendría que ver con un sentido de completud y autosuficiencia. 

Al objeto de que podamos pensar o reflexionar acerca de las metas y valores que nos guían hacia aquello que consideramos nuestro bien o felicidad (de lo cuál nos puede dar una razón bastante certera conocer a qué cosas dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo vital), nos puede servir la distinción que realiza Aristóteles sobre las actividades de los seres humanos. 

El estagirita, divide la acción humana en dos tipos: la acción poiética y la acción práctica. La primera,  es una acción en la que el fin perseguido es la producción de un objeto y cuyos productos constituyen medios para otros fines; mientras que la praxis, es una acción en la que el télos (el fin) que la preside se agota en la propia acción.

Una primera invitación, pues, podría se la de repasar la lista de nuestras actividades diarias a fin de que podamos dilucidar qué cantidad de la energía que destinamos a nuestras tareas cotidianas se dirige a fines instrumentales (medios para alcanzar otros fines) y qué cantidad de esfuerzo, tiempo, energía, etc. invertimos en aquello que decimos que son nuestros fines más elevados.


Aristóteles entendía la vida feliz como una vida virtuosa. Pero la virtud (areté), para los griegos, no se entendía como se entiende en general en nuestra cultura (como virtud cristiana) sino que el término virtud, areté, aludía al desempeño excelente de la función de algo o de alguien. Por tanto, para saber si un hombre es, o no, virtuoso habría que preguntarse primero cuál es la función más propia del hombre (la actividad del alma conforme  a la razón, según Aristóteles).

Así pues, quien, como nuestro filósofo de hoy comprenda la vida feliz como vida virtuosa, la entenderá como un esfuerzo en cultivar y actuar  según la parte racional de nuestra alma, es decir, como un esfuerzo en la realización de su destino como hombre. 

Aristóteles, además, dirá que las actividades conforme a virtud son por sí mismas placenteras, buenas y bellas, por lo que concluye que la felicidad es lo mejor, lo más bello y lo más placentero

(Bibliografía: Aristóteles, Ética a Nicómaco)

Durante las próximas semanas seguiremos hablando acerca de la felicidad.

Que seáis felices,

carmen C zanetti
www.carmenzanetti.es
Si te interesa saber qué es el Counseling, pincha en la imagen
















jueves, 29 de octubre de 2015

La ética de la utilidad de Spinoza

Comparto con vosotros mi último artículo publicado en la revista Homonosapiens.  Espero que os guste.

http://www.homonosapiens.es/la-etica-de-la-utilidad-de-spinoza/


La ética de la utilidad en Spinoza

Entiendo por bien aquello que sabemos con certeza que nos es útil… y cuanto más se esfuerza uno en buscar lo útil, más dotado se hallará de virtud.

Actuar de una manera absoluta por virtud significa actuar, vivir, conservar el propio ser bajo la guía de la razón sobre el fundamento de la búsqueda de lo útil para sí. 
(Spinoza, Ética)

De las dos afirmaciones que encabezan este artículo podríamos concluir que el hombre sabio para Spinoza es un hombre que busca lo útil para sí. Pero, ¿De qué tipo de utilidad está hablando el filósofo en la Ética, su obra primordial?

Vivimos en una una época en la que identificamos lo útil con aquello que nos sirve a determinados fines concretos y materiales (es decir concebimos lo útil en un sentido instrumental); pero no es éste el tipo de utilidad al que Spinoza se refiere. Spinoza habla de un sentido de lo útil en tanto que sirve al hombre en cuanto hombre; es decir, en tanto que ilumina el arte de vivir plenamente la máxima expresión de lo que somos.

En Spinoza, la Naturaleza  (la Realidad, Dios o la Naturaleza tienen un mismo sentido en la filosofía spinoziana)  es necesidad absoluta, una necesidad de cuya comprensión se deriva el secreto del sentido de la vida.  Pero, ¿Cómo podemos adquirir esa comprensión de la necesidad con la que se desenvuelve la Realidad?
Hablar de comprensión en Spinoza requiere aclarar los tres grados  en los que éste divide el conocimiento:

-          La primera forma de conocimiento es empírica y está ligada a nuestras percepciones e imágenes sensoriales –que, según Spinoza son  confusas y vagas-

-          La segunda forma de conocimiento es el conocimiento propio de la ciencia, que halla su típica expresión en la matemática, la física y la geometría. Este conocimiento racional no sólo capta las ideas con claridad y distinción, sino también, sus nexos necesarios, es decir capta las causas de las cosas y comprende su necesidad.

-          El tercer grado de conocimiento, ciencia intuitiva, se trata de una visión y aprehensión intuitiva: un “ver” tan luminoso que no tiene necesidad de mediación.

Considerar que las cosas son contingentes es, para Spinoza, una especie de “ilusión de la imaginación”, una concepción inadecuada de la imaginación que pertenece al primer grado de conocimiento:

…”los hombres se han habituado a llamar perfectas e imperfectas a las cosas de la naturaleza, más en virtud de un prejuicio –juzgamos antropomórfica y antropocéntricamente la realidad-, que por verdadero conocimiento de ellas”. Pero, según Spinoza, en la naturaleza no hay perfección e imperfección, bien y mal (es decir valor y disvalor), al igual que no existen fines, ya que todo sucede bajo el imperio de la necesidad más rigurosa. Perfecto e imperfecto son, pues, puntos de vista, modos finitos del pensamiento humano. Perfección y realidad, sin embargo, son la misma cosa puesto que ninguna realidad natural es imperfecta (nada sucede en la naturaleza a vicio de ella). El bien o el mal, entonces, no existen ontológicamente, sino que constituyen modos de pensar, nociones que el hombre se forma.

La filosofía de Spinoza rompe, de este modo, de manera radical con el Cartesianismo de Descartes y su dualismo metafísico. Así, el Dios del que habla Spinoza no es un Dios dotado de personalidad, con voluntad e intelecto. No es causa transitiva, es decir, un Dios que crea por elección libre algo distinto de sí, sino causa inmanente, por consiguiente, inseparable de las cosas que proceden de él. Es por esta razón que la metafísica de Spinoza se califica como un monismo ontológico.

La ética de Spinoza, decíamos entonces, toma como fundamento la naturaleza humana y lo que le es útil a dicha naturaleza. La libertad del sabio, por tanto, consistirá en ser conforme a su naturaleza. Y puesto que la razón no juzga útil nada más que lo que la lleva al conocimiento,  la virtud no consistirá en otro cosa que en actuar según la guía de la razón y sus ideas adecuadas. Cuando los hombres se ajustan a la razón, no sólo obtienen lo útil para ellos, sino lo útil para todos: el hombre que se comporta según la razón es lo más útil que hay para los demás hombres. Spinoza sostiene que el hombre que vive de acuerdo con la razón “es un Dios para el hombre”.

Virtud y felicidad, pues, se aúnan en Spinoza en tanto en cuanto ambas consisten en seguir la propia naturaleza. Lo que le es útil al ser humano lo sabe la razón: entre las cosas exteriores, las más útiles son las que concuerdan con nosotros y éstas son el otro hombre, sobre todo, si está guiado por la razón.

¿Qué es lo verdaderamente útil para el ser humano? Una vieja pregunta que requiere, hoy más que nunca, una nueva respuesta que la filosofía sigue tratando de iluminar.
                






miércoles, 28 de octubre de 2015

Reseña del Café filosófico de Octubre


Ayer domingo, celebramos nuestro Café filosófico mensual en el Mercado de la Tía Ni. El acogedor ambiente que Nieves creó para recibirnos facilitó que nuestro ánimo se predispusiera, desde el primer momento, a favor de un amigable compartir. En una mesa, preparada con todo detalle, teníamos refrescos, café, té, chocolate, pastitas y bizcocho... así que, a medida que íbamos cayendo por allí, nos saludábamos, nos conocíamos y charlábamos entre nosotros, mientras dábamos tiempo a que todos los que nos habíamos sentido convocados, aparecieramos. Unos tomábamos café, y, otros, el delicioso chocolate que nuestra querida Ni cariñosamente había preparado.
Un trocito de bizcocho por aquí, una pastita por allá...; un "Hola ¿qué tal?"; un "Gracias por venir"; "Vengo por primera vez"; "¡Qué alegría verte de nuevo!"; "No esperaba encontrarte por aquí"...

Y..., sentados ya, en círculo, en los históricos y singulares sillones y sofás de la encantadora casa que nos acogía, se levantó el telón.

El tema que nos convocaba, "El papel de la conciencia en mi vida", suscitó una primera duda:

"¿Vamos a hablar sobre la conciencia o acerca de la consciencia?"; "No es lo mismo". Parecía haber  un mayoritario acuerdo en esta distinción.

"¿Cuál sería la diferencia?; ¿Cómo entendemos esos dos términos?" (Como diría Wittgenstein, ¿Cuál es su significado en nuestros juegos de lenguaje?)
Para la mayoría, la conciencia tenía que ver con la acepción del término en tanto que conciencia moral; y, la consciencia, con la que se refiere a la percepción de uno mismo. 
Leímos las distintas acepciones de la RAE:

conciencia.

(Del lat. conscientĭa, y este calco del gr. συνείδησις).

1. f. Propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta.

2. f. Conocimiento interior del bien y del mal.

3. f. Conocimiento reflexivo de las cosas.

4. f. Actividad mental a la que solo puede tener acceso el propio sujeto.

5. f. Psicol. Acto psíquico por el que un sujeto se percibe a sí mismo en el mundo.


Finalmente, determinamos iniciar el diálogo soslayando la disquisición lingüística para, sobre la marcha, poder dirimir, a la luz de nuestras aportaciones, el modo en el que entendíamos cada uno de nosotros qué era la conciencia y cuál era nuestra relación con ella.

(Ya en casa, pudimos constatar que la primera definición que figura en los diccionarios del término consciencia es, precisamenteconciencia (RAE y María Moliner).

El diálogo fue riquísimo:

Hablamos sobre la conciencia del bien y del mal, de su relación con la moral religiosa y del sentimiento de culpa. Ejemplificamos nuestras ideas, compartimos algunas de nuestras vivencias cotidianas y, también, nuestras preocupaciones y dudas acerca de la manera en que vivimos e interpretamos nuestras experiencias en la vida diaria en relación con nuestra conciencia.

"La conciencia sirve para darnos cuenta de todo lo que nos pasa y también de lo que ocurre a nuestro alrededor... Pero, a veces, es mejor dejar la conciencia un poco de lado; si no, te complicas la vida demasiado"
(ESTA IDEA YA LA TENGO APUNTADA PARA UN PRÓXIMO CAFÉ: En verdad, ¿Es preferible, a veces, la inconsciencia que la consciencia?)

También tuvimos la oportunidad de hablar sobre el ego: conversamos acerca de cómo vivimos identificados con los contenidos de nuestra mente:  
Vivimos identificados con nuestra mente y "Otorgamos realidad a lo que es mera fantasía..."
Hablamos sobre la posibilidad de tomar conciencia de nuestros contenidos mentales y del camino hacia la desidentificación de ellos. 
"Vivir identificados con nuestra mente es como vivir en una jaula; no podemos ver más allá de nuestra pecera". "Cuando accedes a otros niveles de conciencia, ya no vives de afuera hacia dentro, sino de dentro hacia afuera". "Pero se trata de una experiencia personal, no se puede explicar con palabras; cuando intentas explicarlo ya estás incurriendo en el error". "Es, a veces, en momentos límite de la vida, en los que los mecanismos de defensa de nuestra mente, dejan de operar, y entonces tenemos acceso a otro tipo de experiencias o de conocimiento; se trata de estados de conciencia distintos al estado de nuestra conciencia ordinaria".

Sujeto (la conciencia) y objeto (el de nuestra conciencia) no pueden ser el mismo. 
Trajimos a colación la experiencia que relata Echkart Tolle el día que tomó conciencia de que la idea que se repetía: "No puedo soportar vivir conmigo mismo" le hizo caer en la cuenta del desdoblamiento de Yoes que tal idea implicaba: el "yo" que no podía vivir  con... y el "yo" con el que no soportaba vivir.

Tuvimos la oportunidad de hablar acerca de nuestros pensamientos, de nuestras emociones y de la relación entre ellos:

"Me identifico con mis sentimientos", "Son más reales que mis ideas" "Son más yo, que mis pensamientos"

Y aprovechamos para recalar en esta idea: Las emociones y nuestros pensamientos ¿son realmente independientes?  Lo pusimos a prueba con un ejemplo: Cuando siento ira ¿No está acompañada esa ira de determinados pensamientos -sean conscientes o inconscientes- acerca del hecho o la situación que la ha disparado (mi ira)? Para algunos de nosotros, suponía cierta perplejidad darnos cuenta de que nuestras emociones son, podríamos decir, "arbitrarias", en el sentido de que sólo se producen si asentimos a cierto tipo de pensamiento o de ideas en nuestra mente. Advertimos, no obstante, que no es lo mismo hablar de una emoción como la ira, como de otro tipo de sentimientos.

(Hummm..., Las Emociones,  Gran tema  para otro de nuestros Cafés...)

Finalmente, tuvimos ocasión de hablar sobre las "experiencias cumbre", "estados alterados de conciencia", "experiencias místicas", "experiencias en relación a la muerte de seres queridos"...

Como siempre digo, es imposible dar cuenta de todo lo que acontece en nuestros diálogos. El ambiente discurre siempre en el respeto, la escucha, el desenfado y la espontaneidad. Os doy las gracias, a todos los que lo hacéis posible: amigos, conocidos, desconocidos e incondicionales; y, por supuesto, siempre, a nuestra querida Ni. Gracias por vuestras aportaciones, por vuestras ganas de compartir, por vuestro sentido del humor y por la buena acogida que estáis dando en el Val Miñor a esta nueva iniciativa.

Os espero a todos en Noviembre. El tema que nos convocará: LA FELICIDAD.  A lo largo de las semanas de noviembre publicaré en la web algunas entradas sobre esta insoslayable e interesante cuestión en la que nos debatimos todos.  

Mientras tanto, os propongo el EJERCICIO de tomar conciencia acerca de cómo busco la felicidad en mi vida.

















sábado, 24 de octubre de 2015

Convocatoria Café filosófico Octubre 2015

El DOMINGO 25 de OCTUBRE de 18:00 a 20:00 hs

Café  Filosófico


En el Mercado de la Tía Ni (Julián Valverde, 36  SABARIS)

LA ENTRADA ES LIBRE

No es necesario tener ningún conocimiento de filosofía para participar

Os esperamos

miércoles, 21 de octubre de 2015

El papel de la conciencia en mi vida

El DOMINGO 25 de OCTUBRE de 18:00 a 20:00 hs

Café  Filosófico


En el Mercado de la Tía Ni (Julián Valverde, 36  SABARIS)

LA ENTRADA ES LIBRE

No es necesario tener ningún conocimiento de filosofía para participar

Os esperamos

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Primer Café filosófico del otoño...




En el café filosófico del pasado domingo dialogamos sobre "la culpa en nuestras vidas". El respetuoso clima que se generó, la actitud de escucha que reinó entre los participantes y los interesantes cuestionamientos y aportaciones que compartimos, hicieron que disfrutáramos de una inusual y estimulante tarde de otoño.

Es difícil dar cuenta de estos cálidos y enriquecedores encuentros, pero haré un pequeño esfuerzo por haceros llegar un pequeño resumen sobre algunas de las reflexiones acerca de las que dialogamos.

Comenzamos como introducción con algunas de las reflexiones de Epicteto sobre la culpa, y enseguida entramos de lleno en el tema con la relación entre el "ego" y el "sentimiento de culpa". Hablamos de la influencia que los mandatos culturales y sociales tienen en nuestras vidas y de cómo la sociedad nos hace sentir culpables si no asumimos determinados roles. Por ejemplo: ¿nos sentimos culpables las mujeres cuando no asumimos las tareas del cuidado de los otros (niños, mayores, etc.)? Históricamente esta tarea ha sido (y sigue siendo) mayoritariamente asumida por el género femenino. Pero ¿Podemos las mujeres cuestionar este imperativo -el de ocuparnos de las tareas del cuidado- sin sentirnos culpables? ¿Por qué aceptamos esos mandatos externos?
¿Se trata de nuestro "ego" o de nuestro "instinto"?
"¿No será que nos sentimos demasiado imprescindibles?" 
"¿Se trata de sentirnos importantes o de responsabilidad?"

Nos preguntamos sobre nuestra actitud ante los mandatos externos: Hace falta un movimiento individual que los asuma (aunque sea desde su NO cuestionamiento) antes de sentirnos culpables por incumplirlos, convinimos. 
¿Cuestiono "lo que se espera de mí"? 
¿Tengo una filosofía de vida propia o asumo de forma inconsciente lo que "otros" (familia, amigos, jefe, cultura, religión...) me han enseñado o esperan que haga? 
"Sólo si hago mía una norma, puede nacer en mí la culpa".

El tema como véis daba, en sí mismo, para haber dialogado muchas muchas horas acerca de él, pero continuamos y nos interrogamos, a continuación, sobre la utilidad de la culpa:

La culpa surge de alguna manera de la distancia entre lo que pienso que debo hacer y lo que hago en realidad, es decir de nuestra incongruencia, del hecho de faltar a aquellos deberes que asumimos. Pero ¿Es, entonces, este sentimiento útil en nuestras vidas?:

"El sentimiento de culpa puede hacer que nos demos cuenta de nuestras faltas o limitaciones ayudándonos a reparar un mal o a rectificar nuestra actitud en situaciones semejantes futuras".

Pero... ¿En verdad puede ser útil un sentimiento tan autodestructivo? 
¿Lo útil es la toma de conciencia  o la culpa?

Quizás no seamos tan culpables como a primera vista pareciera ser; quizás se trate más bien de ampliar nuestra mirada, de ser más conscientes. Cuando erramos ¿lo hacemos voluntariamente o nuestras acciones limitadas provienen de nuestras limitaciones personales?. Si avanzáramos en nuestro crecimiento personal, si profundizáramos en nuestras actitudes, si nos observáramos más... ¿nos sentiríamos menos culpables? ¿El camino hacia la extinción de la culpa es, como sugiere Epicteto, trabajar más sobre nosotros mismos y examinar más nuestras actitudes?

¿Somos culpables o responsables?
¿Podemos escapar de la culpa o no tenemos alternativa?
Si deconstruimos nuestro ego ¿Quiénes seríamos?
Sin esa identificación mental ¿qué ocurriría?

Posteriormente dialogamos sobre las distintas situaciones ante las que sentimos culpa, tan dispares como sentirse culpable por gozar de un privilegio y el sentimiento de culpa de una víctima de violencia de género, por ejemplo.

Como no podía ser de otra manera, también surgió la relación entre la religión y la culpa
"Son las creencias las que pueden acabar con la culpa. Sólo el cambio de mis creencias puede hacer que ya no me sienta culpable de determinadas acciones que antes me hacían sentir culpable".  Hablamos sobre la utilización manipuladora de la culpa por parte de la Religión, de la Sociedad y de las personas.

Y terminamos con la formulación de una nueva pregunta que ya no dio tiempo a responder: ¿Puede ser útil el sentimiento de culpa para el mantenimiento de las sociedades humanas?

Finalmente propusimos varios temas para nuestros próximos Cafés:

La conciencia
La Felicidad
Nuestro Personaje

Si os interesan no os perdáis nuestras próximas reuniones.

Gracias a todos los que hicísteis posible nuestro primer café del otoño.

Hasta pronto,

carmen C zanetti











miércoles, 23 de septiembre de 2015

Epicteto: El impulso de culpar a algo o a alguien es una necedad

Como sabéis, el próximo domingo 27 de septiembre reanudamos los Cafés filosóficos en el Val Miñor (en el Mercado de la Tía Ni -Sabarís-). Para que vayamos entrando un poquito en el tema, comparto con vosotros las reflexiones de Epicteto sobre la actitud de culparse a uno mismo o de culparse a los demás.

Epicteto piensa que no son las cosas ni las personas las que nos hacen daño o nos ponen trabas en la vida, sino que es más bien la forma en la que vemos las cosas, la causante de nuestras tribulaciones; que son nuestras actitudes y reacciones las que nos causan problemas. Por tanto, Si lo que sentimos acerca de las cosas es lo que nos atormenta, más que las cosas en sí mismas, resulta absurdo culpar a los demás.

El consejo de Epicteto acerca de los momentos en los que sufrimos algún revés o aflicción es, por consiguiente, que no les echemos la culpa a los demás, sino a nuestra propia actitud.

Ante las propias desgracias, comenta Epicteto, se dan, en general, dos actitudes básicas: 

- La mayoría de la gente, dice, se lo reprocha a sí misma, mientras que

- La gente mezquina suele reprochar a los demás su propio infortunio 

Pero Quienes se consagran a una vida de sabiduría comprenden que el impulso de culpara a algo o a alguien es una necedad, que nada se gana con culpar, ya sea a los demás o a uno mismo, concluye Epicteto.

De hecho, Epicteto considera la extinción de la culpa como uno de los signos que anuncian el alborear del progreso moral

Pero ¿Cómo avanzar en esta dirección? 

Epicteto nos sugiere una hoja de ruta: Cuanto más examinamos nuestras actitudes y trabajamos sobre nosotros mismos, menos susceptibles somos de ser barridos por reacciones emocionales tormentosas.

Os deseo un día sin sentimientos de culpa,

carmen C zanetti
www.carmenzanetti.es


Bibliografía:
Epicteto: Un Manual de Vida, José J. de Olañeta, Editor, 2013 (Traducción de Borja Folch)









miércoles, 16 de septiembre de 2015

Vuelven los Cafés Filosóficos al Val Miñor

Tras la pausa realizada durante los meses de verano (Julio y Agosto), reanudamos nuestros Cafés filosóficos. Os recuerdo que nuestra primera cita del otoño tendrá lugar el último domingo de Septiembre a las 18:00 hs en el Mercado de la Tía Ni (Julián Valverde, 36 - Sabarís)



El tema elegido para esta ocasión nos toca de cerca a todos:

"La culpa en mi vida"

Quienes se consagran a una vida de sabiduría comprenden que el impulso de culpar a algo o a alguien es una necedad... (Epicteto)


Si el tema te parece interesante, acércate el domingo 27 de Septiembre al Mercado de la Tía Ni y comparte con nosotros este cálido espacio de diálogo y escucha que hemos creado, en el que compartimos nuestros pensamientos y nuestras experiencias enriqueciéndonos mutuamente con las aportaciones de todos.

Durante el tiempo que falta hasta nuestro próximo Café, colgaré algunas entradas en mi blog sobre este tema.

Te esperamos,

Carmen Zanetti


martes, 8 de septiembre de 2015

La naturaleza filosófica de nuestros problemas y conflictos cotidianos



Hoy comparto con vosotros mi último artículo publicado en la Revista Digital Homonosapiens. Espero que os guste.



La naturaleza filosófica de nuestros problemas y conflictos cotidianos


Nuestra alma obra ciertas cosas, pero padece ciertas otras; a saber: en cuanto que tiene ideas adecuadas, entonces obra necesariamente ciertas cosas, y en cuanto que tiene ideas inadecuadas, entonces padece necesariamente ciertas otras. De aquí se sigue que el alma está sujeta a tantas más pasiones cuantas más ideas inadecuadas tiene, y, por el contrario, obra tantas más cosas cuantas más ideas adecuadas tiene.(Spinoza)

            Spinoza no es el único filósofo que vio con claridad y habló sobre la relación entre nuestras ideas, nuestras pasiones y nuestras acciones (una intuición que ya desde antiguo tenían muy clara filósofos como Epicuro o Epicteto entre otros), pero es uno de los filósofos que con mayor lucidez escribe sobre los afectos y las pasiones humanas.

Nuestras acciones y emociones albergan implícitamente las creencias que las motivan, fundamentan y explican.

 El ser humano está configurado como una unidad bio-psico-socio-espiritual, y nuestro bagaje genético, educacional, cultural, religioso y experiencial va conformando nuestro estilo de vida, nuestros hábitos, nuestra forma de reaccionar, nuestros apegos y rechazos, nuestro modo de relacionarnos,  las cosas que valoramos y las que despreciamos, etc. En general, todo esto se va organizando de un modo más o menos inconsciente.

Aunque algunas personas somos más proclives a cuestionarnos, a hacernos preguntas e intentar buscar respuestas genuinas, en el caso de los más vamos sobreviviendo y enfrentando los retos de nuestro día a día en “modo automático. Así, de forma mecánica, reaccionamos con enfado si nos dicen algo desagradable, respondemos con una sonrisa si nos sentimos halagados, respondemos con irritación a las mismas cosas que siempre nos han enojado, reaccionamos de la misma manera a determinados comportamientos de los otros, etc.  A fuerza de repetir y repetir, nuestros comportamientos se convierten en absolutamente predecibles, de tal modo que los que nos conocen bien saben perfectamente cuales son las cosas que “nos hacen saltar”, “nos sacan de quicio” o “no podemos soportar”.

Aunque las emociones que nos generan algunas situaciones cotidianas nos causan malestar, insatisfacción o sufrimiento en distintos grados, cuando se trata de cuestiones antiguas o muy estructurales nos sentimos impotentes para combatirlas o erradicarlas. En ocasiones, intentamos reprimir nuestra reacción (de ira, por ejemplo), algo que no hace sino acumular la energía que no ha sido liberada en ese momento para brotar con más fuerza cuando menos lo esperemos.

Pero… Y la filosofía, ¿qué tiene que ver con todo esto?
Si Spinoza está en lo cierto cuando dice que nuestras acciones y pasiones tienen que ver con la “adecuación” o “inadecuación” de nuestras ideas o creencias, la filosofía está ante un reto  al que puede contribuir de forma muy activa en la vida de los hombres: el de promover que las personas  tomemos conciencia del sistema de creencias que conforman nuestra cosmovisión y nuestro estilo de vida y, eventualmente, facilitar, mediante un proceso filosófico, su transformación por otras creencias menos limitadas.

El potencial transformador de la filosofía está haciendo que las personas, cada vez más confíen y acudan a la consulta de un filósofo profesional.  A primera vista no es fácil darse cuenta de cómo una situación cotidiana se relaciona con cuestiones de orden filosófico. Sin embargo, la radicalidad con la que la filosofía afronta cualquier cuestionamiento, hará posible que, a partir de la problemática que lleva a una persona a la consulta, el consultante vaya profundizando en las capas que envuelven su conflicto, de modo que pueda ir vislumbrando por sí mismo la limitación de las ideas que estaban detrás de  la situación que le trae a la consulta filosófica.

Spinoza dice que Los hombres creen ser libres sólo a causa de que son conscientes de sus acciones, e ignorantes de las causas que las determinan
 Lo más importante es que las comprensiones de los consultantes sean autógenas, de modo que el papel del filósofo/a es, en cada caso, el de facilitar que la persona que acude a él/ella vaya revisando su filosofía de vida y vislumbrando por sí misma comprensiones más amplias sobre sí, sobre sus relaciones con los demás y, en último término sobre la vida y la realidad.
Los conflictos de la vida cotidiana son puertas abiertas al autoconocimiento ya que los conflictos personales e interpersonales  apelan  en última instancia a las cuestiones  más radicales. Podemos hacer como si pudiéramos vivir sin preguntarnos o intentar responder las cuestiones más decisivas de nuestra vida, pero ¿Es posible esto en realidad? Desde mi punto de vista no.  En nuestras acciones, en nuestras decisiones, en nuestro modo de relacionarnos con nosotros mismos, con los otros y con la realidad está contenida de modo implícito –seamos conscientes de ello o no- nuestra filosofía de vida, es decir, afirmaciones, creencias y posicionamientos ante todas aquellas cuestiones radicales implicadas en asuntos con los que lidiamos día a día.

Cuando a alguien se le hace patente la limitación de las creencias que ha ido configurando y sosteniendo, se van cayendo velos y van apareciendo nuevos insights transformadores. En definitiva, se trata de un modo de enfocar los problemas cotidianos de forma diferente: filosófica. Esto no niega las implicaciones psicológicas de los conflictos. Simplemente se trata de abordarlos desde una mirada distinta  que promueva la toma de conciencia genuina del consultante de aquello que le resta energía, espontaneidad, libertad y creatividad en su vida. Se trata de ver y erradicar todos los escombros que impiden que el flujo genuino de nuestra energía vital  nos permita responder ante las mismas cosas de un modo novedoso y espontáneo. 


Si, como dice Spinoza,  las ideas adecuadas obran en nosotros de forma necesaria determinadas acciones, es de esperar que la revisión del sistema de creencias que conforma nuestra filosofía de vida, resulte finalmente en nuevas ideas que, como mínimo, tendrán un contenido de autenticidad y de comprensión mayor, algo que, sin duda, tendrá un correlato directo en las decisiones y las actitudes ante los  acontecimientos de nuestra vida.

Hasta pronto.

carmen C zanetti
www.carmenzanetti.es

jueves, 27 de agosto de 2015

Enfocando filosóficamente nuestras dificultades

La naturaleza filosófica de nuestros problemas y conflictos cotidianos


Nuestra alma obra ciertas cosas, pero padece ciertas otras; a saber: en cuanto que tiene ideas adecuadas, entonces obra necesariamente ciertas cosas, y en cuanto que tiene ideas inadecuadas, entonces padece necesariamente ciertas otras. De aquí se sigue que el alma está sujeta a tantas más pasiones cuantas más ideas inadecuadas tiene, y, por el contrario, obra tantas más cosas cuantas más ideas adecuadas tiene.(Spinoza)

            Spinoza no es el único filósofo que vio con claridad y habló sobre la relación entre nuestras ideas, nuestras pasiones y nuestras acciones (una intuición que ya desde antiguo tenían muy clara filósofos como Epicuro o Epicteto, entre otros), pero es uno de los filósofos que con mayor lucidez escribe sobre los afectos y las pasiones humanas.

Aunque algunas personas somos más proclives a cuestionarnos, a hacernos preguntas e intentar buscar respuestas genuinas, en el caso de los más vamos sobreviviendo y enfrentando los retos de nuestro día a día en “modo automático. Así, de forma mecánica, reaccionamos con enfado si nos dicen algo desagradable, respondemos con una sonrisa si nos sentimos halagados, respondemos con irritación a las mismas cosas que siempre nos han enojado, reaccionamos de la misma manera a determinados comportamientos de los otros, etc.  A fuerza de repetir y repetir, nuestros comportamientos se convierten en absolutamente predecibles, de tal modo que los que nos conocen bien saben perfectamente cuales son las cosas que “nos hacen saltar”, “nos sacan de quicio” o “no podemos soportar”.

Aunque las emociones que nos generan algunas situaciones cotidianas nos causan malestar, insatisfacción o sufrimiento en distintos grados, cuando se trata de cuestiones antiguas o muy estructurales nos sentimos impotentes para combatirlas o erradicarlas. En ocasiones, intentamos reprimir nuestra reacción (de ira, por ejemplo), algo que no hace sino acumular la energía que no ha sido liberada en ese momento para brotar con más fuerza cuando menos lo esperemos.

Pero… Y la filosofía, ¿qué tiene que ver con todo esto?
Si Spinoza está en lo cierto cuando dice que nuestras acciones y pasiones tienen que ver con la “adecuación” o “inadecuación” de nuestras ideas o creencias, la filosofía está ante un reto  al que puede contribuir de forma muy activa en la vida de los hombres: el de promover que las personas  tomemos conciencia del sistema de creencias que conforman nuestra cosmovisión y nuestro estilo de vida y, eventualmente, facilitar, mediante un proceso filosófico, su transformación por otras creencias menos limitadas.

El potencial transformador de la filosofía está haciendo que las personas, cada vez más confíen y acudan a la consulta de un filósofo profesional.  A primera vista no es fácil darse cuenta de cómo una situación cotidiana se relaciona con cuestiones de orden filosófico. Sin embargo, la radicalidad con la que la filosofía afronta cualquier cuestionamiento, hará posible que, a partir de la problemática que lleva a una persona a la consulta, el consultante vaya profundizando en las capas que envuelven su conflicto, de modo que pueda ir vislumbrando por sí mismo la limitación de las ideas que estaban detrás de  la situación que le trae a la consulta filosófica.

Pero nada como un ejemplo:
Ninguno de nosotros ha tenido la madre o el padre perfecto, así que es muy probable que tengamos situaciones no resueltas o sentimientos encontrados acerca de ellos que están condicionando algunas de nuestras conductas, motivaciones, aversiones, etc. Si he tenido una madre o un padre muy poco amorosa/o, por ejemplo, puedo albergar resentimiento hacia ella/él. Ese resentimiento puede estar sostenido por creencias –conscientes o inconscientes- del siguiente tipo:
“No debió comportarse así”, “Pudo haberse comportado de otro modo”, “Es culpable de haber actuado como actuó”, “Me hizo daño y no puedo perdonarle”,   etc. 

Si el filósofo asesor promueve una reflexión filosófica acerca, por ejemplo, de la creencia:
“Pudo haberse comportado de otro modo”,  podría entablar un diálogo mayéutico  a fin de que el  consultante reflexione sobre la veracidad o limitación de esta afirmación. Y veremos que, en última instancia, lo que se está jugando en esta creencia son cuestiones de calado filosófico:

En la afirmación “Pudo haberse comportado de otro modo” está en juego la opinión o la creencia sobre si cuando actuamos lo hacemos libremente o estamos determinados por los condicionamientos de todos los órdenes que están implicados en el momento que actuamos. Podríamos cuestionar, entonces, las creencias del consultante sobre el libre albedrío o el determinismo, por ejemplo, o bien sobre la culpabilidad,  e iniciar un diálogo socrático para poner a prueba la limitación de las creencias que albergamos a propósito del asunto que está en cuestión.

Spinoza dice que Los hombres creen ser libres sólo a causa de que son conscientes de sus acciones, e ignorantes de las causas que las determinan Pero ¿Y el consultante? Podríamos preguntarle qué opinión le merece este pensamiento, por ejemplo.

Finalmente, el consultante podría, eventualmente, transformar la creencia puesta en cuestión por otra, como “Se comportó determinado/a por todo aquello por lo que estaba condicionado/a en aquél momento”. En caso de que así fuera, se produciría de forma concomitante una transformación en el sentimiento hacia su madre/padre derivada de su nueva comprensión.

 Lo más importante es que las comprensiones de los consultantes sean autógenas, de modo que el papel del filósofo/a es, en cada caso, el de facilitar que la persona que acude a él/ella vaya revisando su filosofía de vida y vislumbrando por sí misma comprensiones más amplias sobre sí, sobre sus relaciones con los demás y, en último término sobre la vida y la realidad.

Esto quiere decir que los conflictos de la vida cotidiana son puertas abiertas al autoconocimiento y que los conflictos personales e interpersonales  apelan siempre en última instancia a las cuestiones  más radicales. Podemos hacer como si pudiéramos vivir sin preguntarnos o intentar responder las cuestiones más decisivas de nuestra vida, pero ¿Es posible esto en realidad? Desde mi punto de vista no.  Nuestras acciones, nuestras decisiones, nuestro modo de relacionarnos con nosotros mismos, con los otros y con la realidad siempre alberga de modo implícito –seamos conscientes de ello o no- nuestra filosofía de vida, es decir, afirmaciones, creencias y posicionamientos ante todas aquellas cuestiones radicales implicadas en asuntos con los que lidiamos día a día.

Cuando a alguien se le hace patente la limitación de las creencias que ha ido configurando y sosteniendo, se van cayendo los velos que ocultan nuevos insights transformadores. En definitiva, se trata de un modo de enfocar los problemas cotidianos de forma diferente: filosófica. Esto no niega las implicaciones psicológicas de los conflictos. Simplemente se trata de abordarlos desde una mirada distinta  que promueva la toma de conciencia genuina del consultante de aquello que le resta energía, espontaneidad, libertad y creatividad en su vida. Se trata de ver y erradicar todos los escombros que impiden que el flujo genuino de nuestra energía vital  nos permita responder ante las mismas cosas de un modo novedoso y espontáneo. 

Si, como dice Spinoza,  las ideas adecuadas obran en nosotros de forma necesaria determinadas acciones, es de esperar que la revisión del sistema de creencias que conforma nuestra filosofía de vida, resulte finalmente en nuevas ideas que, como mínimo, tendrán un contenido de autenticidad y de comprensión mayor, algo que, sin duda, tendrá un correlato directo en las decisiones y las actitudes ante los  acontecimientos de nuestra vida.

Hasta pronto,

carmen C zanetti
www.carmenzanetti.es