lunes, 16 de noviembre de 2015

De Paradigmas y Giros Copernicano: Las crisis

El viernes pasado, en la sección Filosóficamente de la revista digital Homonosapiens (www.homonosapiens.es), publicaron mi último artículo. Espero que os resulte interesante




La influencia de los paradigmas no es sólo cognoscitiva sino normativa; además de definir la naturaleza y la realidad, determina el campo problemático permisible, prescribe los métodos de enfoque aceptables y establece los niveles de las soluciones. Es por esta razón, que un paradigma es más que un simple modelo teórico de utilidad para la ciencia; en la práctica su filosofía moldea el mundo. (Stanislav Grov)

En La estructura de las Revoluciones científicas, Kuhn habla acerca de la dinámica evolutiva de las teorías científicas. Kuhn se da cuenta de que en la evolución de una disciplina científica se dan dos fases radicalmente distintas: periodos largos de ciencia normal (como el desarrollo de la mecánica newtoniana, que duró más de doscientos años) y periodos de ciencia revolucionaria.

Lo que caracteriza un periodo de ciencia normal, según Kuhn, es que se desenvuelve en el marco de una estructura conceptual, o paradigma, que no se pone en duda por los científicos involucrados. Son precisamente estos presupuestos compartidos (una red de compromisos teóricos, instrumentales y metodológicos) los que, en la cotidianeidad, les permiten ir avanzando sin cuestionar los supuestos básicos comunes. Uno de los rasgos más sorprendentes de los problemas de la investigación normal, de hecho, es su escasa medida para producir novedades importantes.

Al igual que en el desarrollo de las disciplinas científicas, también nosotros pasamos largos periodos de tiempo dedicados a nuestra vida normal. Son épocas en las que nuestra vida discurre sin mayores novedades. En estos periodos, seamos más o menos conscientes de  ello, nuestra vida y las tareas que nos ocupan, están animadas por un sistema de creencias y valores (el paradigma a través del que percibimos e interpretamos el mundo -nuestra filosofía de vida-)  que no cuestionamos y que nos permiten desenvolvernos y avanzar día a día con más o menos tranquilidad.

La actividad típica de la ciencia normal es la resolución de rompecabezas, es decir, problemas difíciles de afrontar, pero que en principio pueden tener solución, conforme a los criterios de plausibilidad que establece un paradigma. Sin embargo, a veces, surgen anomalías, es decir, casos que no se pueden explicar según el conjunto de principios asumidos hasta ese momento.

Los científicos, cuando se enfrentan a una anomalía ingenian numerosas articulaciones y modificaciones ad hoc de su teoría a fin de eliminar cualquier conflicto aparente, comenta Kuhn, y sólo cuando estas anomalías se multiplican o afectan a un dominio especialmente importante para la disciplina, los investigadores comienzan a cuestionarse el paradigma, el cual entra en crisis. Es entonces, cuando puede estallar una revolución científica. De hecho, los descubrimientos comienzan tomando conciencia de una anomalía, es decir, reconociendo que la naturaleza ha violado de algún modo las expectativas inducidas por el paradigma que gobierna la ciencia normal.

De una forma similar a lo que ocurre en el desarrollo de la ciencia, en los periodos de nuestra vida normal, nos ocupamos de todos aquellos asuntos y problemas predecibles, a los que encontramos soluciones en el marco de la filosofía de vida que hemos asumido. Pero, en ocasiones, vivimos épocas de una mayor incertidumbre en las que sentimos que nuestra manera de enfrentar o resolver nuestros problemas (“rompecabezas”) deja de funcionar. El disparador puede ser algo totalmente inesperado: una enfermedad grave, la constatación de la infidelidad de nuestra pareja, la muerte de un ser querido, etc.; o bien, un cúmulo de cosas que nos obligan a preguntarnos qué partes están fallando en el engranaje de nuestra vida.

Al igual que los científicos, cuando comienzan a surgir pequeñas disfunciones en nuestra vida, a menudo, intentamos soslayarlas para evitar conflictos; entonces, buscamos justificaciones, evasiones  o explicaciones  a las nuevas circunstancias, que nos permitan seguir adelante sin atravesar la ansiedad o la angustia que nos produciría cuestionarnos de una forma más radical los presupuestos que han guiado hasta ahora nuestra vida (nuestro paradigma actual) y que puede estar comenzando  a hacer agua por aquí y por allá.

Sin embargo, si optamos por no evadir o negar nuestra crisis y somos capaces de aprovecharla para adquirir una mayor conciencia sobre todo lo que está implicado en ella, quizás descubramos algunas cosas que permanecían ocultas hasta ese momento y que ahora se nos muestran con absoluta clarividencia. Kuhn, de hecho, dirá que la adquisición de un nuevo paradigma es un signo de madurez en el desarrollo de un campo científico.

Una vez asimilados los nuevos descubrimientos, los científicos son capaces de explicar un abanico más amplio de fenómenos o de explicar con mayor precisión algunos fenómenos ya conocidos. Estas ganancias se consiguen al precio de rechazar algunas creencias o procedimientos previamente establecidos, a la vez que se sustituyen esos componentes del paradigma anterior por otros distintos: El científico que abraza un nuevo paradigma es como la persona que lleva lentes inversoras: aunque se enfrenta a la misma constelación de objetos, los encuentra transformados completamente en muchos de sus detalles.

La resolución madura de una crisis en nuestra vida se asemeja a los cambios de paradigma en la ciencia: ya no podremos ver el mundo de la misma manera. Cuando transformamos nuestra filosofía de vida, el mundo se transforma. Los destellos de luz del nuevo paradigma cambian nuestra mirada, haciendo que  las mismas cosas cobren una realidad distinta. De eso se trata atravesar las crisis de nuestra vida con madurez. Pero ésto, al igual que ocurre en las comunidades científicas en los tiempos de revolución, tiene un precio: el de someternos a crítica, el de rechazar y modificar algunas de nuestras creencias anteriores con radicalidad;  incluso, a veces, el de cuestionar nuestro modo de vida. La sensación, a veces, es la de dar un salto al vacío tras el cual nuestra vida, sin duda, también dará un auténtico giro copernicano.





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