miércoles, 15 de abril de 2015

¿Por qué nos cuesta tanto encontrar a alguien que nos escuche de verdad?



Es frecuente que tras buscar un rato de escucha en un amigo o conocido, nos sintamos decepcionados o frustrados. ¿Por qué nos ocurre esto?

La verdadera escucha no es fácil de lograr. Estamos tan acostumbrados al discurso autorreferencial y a interpretar lo que dicen los demás desde nuestro punto de vista, que en lugar de centrar nuestra atención en intentar comprender cuál es el sentido exacto de lo que el otro nos quiere comunicar, la mayoría de las ocasiones  buscamos en nuestra experiencia vivencias que se asemejen a lo que alguien nos está relatando; en el peor de los casos, comenzamos a preparar una respuesta (de consejo, tranquilizadora, paternalista, etc.) mucho antes de terminar de escuchar e intentar comprender todas las implicaciones y matices de lo que nos están transmitiendo.

La verdadera escucha exige el paso previo de dejar de lado mi mundo –al menos, durante el tiempo que me pongo a disposición del otro-. Olvidamos que las experiencias personales y su sentido son únicos para cada uno de nosotros. Las características fisiológicas y las condiciones biográficas, familiares, socio-culturales, etc. condicionan nuestro desarrollo y la forma en la que vivenciamos y significamos nuestras experiencias o los hechos más relevantes de nuestra historia personal. Es muy común, cuando intentamos escuchar a otra persona, buscar semejanzas entre sus vivencias y algunas de las experiencias vividas en primera persona con las que creemos que guardan relación; sin embargo, es una práctica que fácilmente nos aleja de la auténtica comprensión del mundo de referencia interno del otro, es decir, de su mundo particular de significaciones (qué le llevó hasta ahí, qué sentimientos le producen ahora todo lo que le está pasando, qué sentido le da a esa experiencia, qué emociones siente, cómo interpreta lo que le sucede, en qué cambia su vida lo que le está aconteciendo, etc...).


Comparto un fragmento de una novela de Michel Ende:

"¿Es que Momo era tan increíblemente lista que tenía un buen consejo para cualquiera? ¿Encontraba siempre las palabras apropiadas cuando alguien necesitaba consuelo? ¿Sabía hacer juicios sabios y justos?
No: Momo, como cualquier otro niño, no sabía hacer nada de todo eso.
Entonces, ¿es que Momo sabía algo que ponía a la gente de buen humor? ¿Sabía cantar muy bien? O ¿es que -ya que vivía en una especie de circo- sabía bailar o hacer acrobacias?
No, tampoco era eso.
¿Acaso sabía magia? ¿Conocía algún encantamiento con el que se pudiera ahuyentar todas las miserias y preocupaciones? ¿Sabía leer en las líneas de la mano o predecir el futuro de cualquier otro modo?
Nada de eso.
Lo que la pequeña Momo sabía hacer como nadie era escuchar. Eso no es nada especial, dirá, algún lector: cualquiera sabe escuchar.
Pues eso es un error. Muy pocas personas saben escuchar de verdad. Y la manera en que sabía escuchar Momo era única.
Momo sabía escuchar de tal manera que a la gente tonta se le ocurrían, de repente, ideas muy inteligentes. No porque dijera o preguntara algo que llevara a los demás a pensar esas ideas, no; simplemente estaba allí y escuchaba con toda su atención y toda simpatía. Mientras tanto miraba al otro con sus grandes ojos negros, y el otro en cuestión notaba de inmediato cómo se le ocurrían pensamientos que nunca hubiera creído que estaban en él.
Sabía escuchar de tal manera que la gente perpleja o indecisa sabía muy bien, de repente, qué era lo que quería. O los tímidos se sentían de súbito muy libres y valerosos. O los desgraciados y agobiados se volvían confiados y alegres. Y si alguien creía que su vida estaba totalmente perdida y que era insignificante y que él mismo no era más que uno entre millones, y que no importaba nada y que se podía sustituir con la misma facilidad que una maceta rota, iba y le contaba todo eso a la pequeña Momo y le resultaba claro, de modo misterioso, mientras hablaba, que tal como era sólo había uno entre todos los hombres y que, por eso era importante a su manera, para el mundo.
¡Así sabía escuchar Momo!"

Finalmente, os propongo reflexionar unos minutos sobre vuestra capacidad de escucha a través de la formulación de algunas preguntas:

*Mientras alguien está contándome algo, ¿le juzgo por sus conductas o tengo la actitud de intentar comprender qué le ha llevado a comportarse así? 
*Si la otra persona se siente triste, ¿permito que exprese su tristeza o intento distraerle o que cambie de tema? 
*Si la persona a la que escuchamos tiene sentimientos que juzgamos "negativos" o "equivocados" ¿le decimos que "no debe" sentirse así? Es decir, ¿invalidamos su experiencia en lugar de ser empáticos?
*¿Soy capaz de no ser protagonista, por un rato, y de brindar al otro un espacio de confianza y aceptación en el que pueda expresarse abiertamente y sin interferencias?


Os animo a que esta semana practiquéis la escucha y también a que me contéis cómo os ha ido.

Gracias por seguir ahí,

carmen C zanetti
www.carmenzanetti.es








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