martes, 11 de noviembre de 2014

El corazón tiene razones que la razón puede entender

Buenos días queridos amigos de este blog:


Hoy os propongo hablar de la relación entre pensamiento y emoción, con el fin de que vayamos introduciéndonos en el conocimiento de las causas que, de un modo no consciente, provocan respuestas emocionales que nos hacen sufrir inútil e innecesariamente.

Cuando sentimos una emoción se producen reacciones corporales y anímicas que de forma inmediata se traducen en estados afectivos de tonalidades distintas que solemos denominar en términos de alegría, tristeza, euforia, desánimo, etc. Este correlato corporal y afectivo de las emociones nos ha inducido a pensar -de forma equivocada- que nuestro mundo emocional tiene un funcionamiento independiente de nuestro mundo de pensamientos.  Nuestro famoso dicho El corazón tiene razones que la razón no entiende, lo corrobora.

Hoy la investigación neurocientífica ha demostrado lo contrario: ha podido comprobar cómo, dependiendo del tipo de  pensamientos que albergamos en nuestra mente -optimistas o pesimistas, por ejemplo-, o de la cualidad de los estímulos externos a los que nos exponemos -como un bello paisaje o una escena de violencia-, se activan zonas cerebrales distintas y como éstas, a su vez, segregan sustancias químicas que tienen un correlato corporal de placer o displacer de gradación diferente.

Tanto los descubrimientos científicos como algunas de las terapias cognitivas actuales comprueban lo que algunos de los filósofos de la antigüedad ya sabían: que una buena parte de nuestro sufrimiento y nuestra infelicidad está fundada en creencias falaces o ideas irracionales.

El propio Albert Ellis reconoce que "Muchos de los principios incorporados a la teoría de la psicoterapia racional emotiva no son nuevos; algunos de ellos de hecho los enunciaron por primera vez los filósofos griegos, estoicos romanos (como Epicteto y Marco Aurelio) y algunos pensadores del antiguo budismo o taoísmo, hace miles de años."

La idea básica sobre la que se sostiene esta terapia es que gran parte de nuestras perturbaciones emocionales tienen como causa pensamientos ilógicos, irracionales o limitados sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre la realidad y que  podemos liberarnos de buena parte de nuestro sufrimiento psicológico y emocional sometiendo a diálogo, discusión y crítica los pensamientos y las creencias sobre las que se sostiene nuestro modo de funcionar en el mundo, es decir, nuestra filosofía personal. Es decir, "los fundamentos teóricos de esta terapia se basan en el presupuesto de que la emoción y el pensamiento humanos no son dos procesos dispares o diferentes, sino que tienen coincidencias significativas." (Albert Ellis: Razón y Emoción en psicoterapia)

Nuestro reto, entonces, (en consonancia a lo que hemos venido planteando hasta este momento: la filosofía como arte de vivir y su utilidad práctica como disolvente de buena parte del sufrimiento inútil y evitable), será sacar a la luz los pensamientos que hemos ido incorporando a lo largo de nuestro recorrido vital, producto de las influencias familiares, sociales, educativas, religiosas y culturales y que están operando, de modo inconsciente y automático, como activadoras de nuestras motivaciones, frustraciones, culpabilidad, ansiedad, angustia, estrés, etc., para cuestionarlas y someterlas al juicio y crítica de la razón.

Nuestra mente es mucho más sugestionable de lo que nos creemos, de modo que, aunque creamos que obramos y decidimos de forma libre, gran parte de nuestras respuestas emocionales obedecen a creencias y supuestos que hemos ido albergando a partir de experiencias pasadas, informaciones no contrastadas, o creencias infundadas que hemos inoculado y que sostenemos de un modo más o menos consciente cada día al enfrentarnos a los retos, decisiones u obstáculos de nuestra vida cotidiana y nuestro mundo de relaciones laborales, sociales y familiares.

La buena noticia es que, en la medida en que podamos ir cobrando mayor conciencia sobre los supuestos y prejuicios que conforman nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos, mayor posibilidad tendremos de darnos cuenta de las experiencias significativas que han influido en la configuración de muestro marco de referencia interna (el marco de interpretación de nuestra realidad) y que de un modo u otro han ido configurando nuestras creencias, de modo que podamos desechar aquellas, que, una vez comprendidas y expuestas a la luz de nuestro criterio racional, no nos sirven más.


El camino del autoconocimiento nos reta de forma incesante, por eso es tan apasionante.

Hasta nuestra próxima cita,

www.carmenzanetti.es












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